En esta entrevista exclusiva, el talentoso artista visual Jaime Agurto Beroíza aka Cufillo nos lleva a un viaje a través de la evolución, desde su mirada, de las artes visuales y la proyección en la escena nocturna chilena. Desde sus humildes comienzos hasta colaboraciones en festivales masivos, Cufillo comparte sus perspectivas sobre la intersección del arte, la música y la tecnología en el mundo de la música electrónica. Descubre cómo la creatividad humana sigue siendo esencial en un mundo de creciente influencia de la inteligencia artificial y cómo los visuales pueden transformar la experiencia en eventos en vivo.
Mi experiencia en la industria del entretenimiento en Chile me ha permitido presenciar un cambio significativo en la audiencia nocturna. Anteriormente, la audiencia se limitaba a consumir la típica oferta nocturna, pero ahora busca experiencias más enriquecedoras. En este contexto, el arte lumínico ha emergido como un elemento clave que acompaña a la música en los eventos, y los productores han comenzado a invertir en tecnología, como las pantallas LED, para elevar la calidad de la experiencia. Esta evolución ha llevado a la creación de una comunidad de Video Jockeys (VJs), aunque somos un gremio discreto y pequeño en comparación con otros profesionales de la industria de la música.
Lo que encuentro especialmente interesante es cómo los VJs han desafiado la tendencia a mantener un perfil bajo. En este sentido, parece que existe un “manifiesto no escrito” entre nosotros, donde se valora que nuestra obra hable por sí misma en lugar de destacar como individuos. Sin embargo, esta actitud ha tenido sus consecuencias, ya que a menudo nos encontramos en un silencio forzado que dificulta la creación de vínculos profesionales, a diferencia de los DJs, que cuentan con un circuito consolidado y diplomático.
Mi propio recorrido comenzó con la historia y una posterior inmersión en el mundo del cine. Durante mis estudios cinematográficos, me encontré con un concepto que cambió mi perspectiva: “el cine y el no cine”. Este término se centraba en la experimentación sin restricciones, desafiando las categorías tradicionales del cine documental y de ficción. Esta idea abrió un mundo de posibilidades creativas que me intrigó profundamente.
Para mí, fue un momento crucial cuando un amigo, que era productor de fiestas con un estilo gótico y música electrónica oscura, me sugirió la idea de incorporar elementos visuales a las fiestas. Pensamos en la posibilidad de añadir cine surrealista, y esta idea comenzó a cobrar vida. Así que decidí mostrar mi trabajo en lo que conocemos como “el after”, eventos que técnicamente requerían menos recursos y solían tener lugar en espacios oscuros y vacíos. A pesar de las primeras resistencias debido a las proyecciones visuales, con el tiempo la gente comenzó a considerarlo una parte esencial de la experiencia nocturna.
En ese momento, comencé a compartir proyectos personales que, en un principio, no tenían como objetivo complementar la música, sino más bien enriquecerla con una narrativa visual única.
Siempre he visto mi trabajo como una profesión hermosamente romántica, ya que, a través de la tecnología, puedo aplicar ideas que se han desarrollado a lo largo de la historia de la humanidad durante más de mil años. La historia de la proyección visual se remonta a las sombras generadas por la luz de una hoguera en la alegoría de la caverna, las sombras chinescas en la antigua China, la cámara oscura árabe en el siglo IV e incluso las primeras pinturas rupestres. Así, lo que hago se conecta de manera natural y primitiva con la narración visual que ha sido parte de la experiencia humana desde sus inicios.
En la actualidad, mi principal objetivo es que las personas que asisten a los eventos vivan una experiencia que vaya más allá de simplemente escuchar música. Defiendo esta idea con pasión, ya que creo que hemos dejado de ser simplemente elementos decorativos para convertirnos en narradores visuales. En un período de 6 o 7 horas trabajando desde mi computadora y proyectando experiencias visuales, tengo la oportunidad única de contar historias y dejar una impresión duradera en quienes participan en estos eventos.
¿Cómo va evolucionando esa relación entre la historia y el cine?
No lo tengo muy claro, en términos de hitos. Me acuerdo que cuando era chico me compré una vez el Iowa de Slipknot, el casette, y me pareció tan soberbio musicalmente que agarré una cámara chiquitita y hacía videoclips en la casa, con velas y luces. Ponía play en la radio con la música del cassette, y buscaba la forma de que visualmente todo tomara otro color, otra forma.
Después de eso suspendí todo tipo de interés en esto, me metí a la Universidad y estudié historia, y en el último año me dediqué a reconstruir la historia oral de un barrio que desapareció porque se instaló un mall en la ciudad de Puerto Montt.
El barrio Estación tenía una vida muy cultural, muy bohemia, también comercial, pero a escala de pueblo.
Cuando llega el mall, barre con todo este barrio. Y esa historia que no se contó, que desapareció junto con todas esas familias, me conmovió profundamente. Empecé a trabajar la historia oral, la entrevista, mucho dato cualitativo. Y ahí dije: esto hay que grabarlo, los viejitos que estoy entrevistando hoy, el día de mañana van a morir y esta historia no se puede perder, y ahí volví a tomar la cámara, pero no sabía mucho.
Más allá de lo operativo de manera instintiva, no tenía el lenguaje ni el método, entonces se me ocurre al término de la licenciatura en historia, con la tesis en mano, postular al máster de cine documental en la Universidad de Chile. Quedé, y me fui derechamente a estudiar esa metodología. Mi trabajo de tesis ahí fue derechamente el no-cine, para relatar, para contar. Bajo este concepto había muchas formas de trabajar, había un circuito de no ficción, pero tampoco cine documental que se llamaba film footage, que era como un collage en el que se unían trozos de distintas películas para armar otra película. Eso me voló la cabeza, una serie enorme de fragmentos que no tenían nada en común. Ahí empecé a agarrar archivos que no necesariamente tenían un vínculo con un acontecimiento para contar una historia, y creo que ahí se me pegó la idea de que esto lo podía llevar a la fiesta, aunque en una primera instancia fue el after.
¿Cómo te empezaste a relacionar con la electrónica desde ahí?
Tenía conocimientos muy vagos de la electrónica. Dentro de la búsqueda de herramientas en el cine documental, en ese tramo creo que fue la ciudad de Santiago, que me dio ese insumo. Yo venía de Puerto Montt con toda una cultura del rock, de la tocata, pero un amigo que era un muy buen DJ y yo siendo muy amigo de él, me interioricé en la electrónica cual antropólogo que va a su trabajo de campo a investigar cómo y qué era la escena en ese entonces. Estamos hablando del 2017.
La electrónica que encontré fue muy diferente a la que yo tenía como insumo. En Santiago escuché Bitman y Roban, DJ Raff, que eran buenos referentes y sonaban en otros lados, pero fui descubriendo toda una escena que tal vez en geografías adversas, se daban tendencias que salen del encierro. En Puerto Montt no sonaba el house, y electro, o el tech house. Aquí sonaba el dark wave, el techno industrial, y en las tocatas sonaba dark metal, toda una onda muy oscura, muy medieval. Me voy metiendo a un nicho muy oscuro, muy dark, y me voy dando cuenta que hay productoras y grupos que están haciendo otro tipo de cosas. Así me entero que Puerto Montt tenía más de 11 años de escena, con distintos nichos en distintos puntos de la región (sur de Chile); Valdivia, Puerto Varas, Punta Arenas.
Me voy involucrando como un testigo de que había todo un espectro enorme, y mis pocas habilidades sociales no me llevaron fácilmente a esas áreas, pero con el tiempo la gente se dio cuenta que había un loquito que iba para arriba y para abajo con un data en las fiestas y que de repente se presentaba. Mucha gente incluso me decía “pone puras webadas, pero son super interesantes” y eso me pareció interesante como término, para que la gente vaya aprendiendo de esto. Me condicioné y empecé a hacer videos que eran más reconocibles, sentí que había que hacer esa pega para instalar que esto era necesario y ojalá no sólo en las fiestas. Me fui por otro mundo, del graffiti digital, poniéndome en cualquier parte de la ciudad con el data y tirando un mensaje, y lo hacía por horas a partir de ciertos temas y contingencias, y siempre a la mala, desde una trinchera imaginaria contracultural, yo tenía todo ese rollo. Ahí llegó el estallido social y agarré vuelo. Me había comprado un data más potente, entonces podía proyectar sobre un edificio. Llevé ese discurso a la fiesta de nuevo, y me di cuenta que era un poco tóxico también, proyectar todo este odio y rabia que uno lanzaba en la calle como un grafiti a la fiesta electrónica. Me costó mucho darme cuenta que tenía que dejar de llevar mi trabajo a lo que era la urgencia y la demanda del momento, y me atrevería a decir que en los últimos años ya establecí una propuesta que defiendo a muerte y por la que afortunadamente me reconocen en algunos espacios.
Siento que hoy día se ha dignificado el oficio, que es súper sencillo y súper personal; uno entrega mucho de uno en lo que proyecta y muestra, y la gente lo está tomando desde esa perspectiva.
He recibido muchas críticas del tipo “este huevón no se casa con nada” y creo que hay mucho esa cultura de tener que ser fiel a algo, pero es parte de la madurez también conducir este camino. No pensé que se iba a transformar en una carrera o un oficio.
¿Qué recursos usabas cuando proyectabas? ¿Cómo seleccionabas?
Primero lo que tenía a mano, películas que me atraparon alguna vez. La época entre 1920 y 1938 en Europa, y en México con la llegada de Buñuel, hubo una eclosión de cineastas que estaban buscando más allá del stop motion, o documental incipiente, estaban haciendo trabajo desde la imagen pero estudiando los alcances. “Hasta dónde puedo darle al aparato cinematográfico”. Eso me voló el mate, especialmente el surrealismo mágico del principio del siglo XX. Como era en blanco y negro, y era bizarro por lo general, funcionaba muy bien con la estética del dark wave, con el “darkerío” por así decirlo.
Por cierto, las combinaciones eran muy básicas. Las fiestas estaban iluminadas con luz roja, entonces el blanco y negro funcionaba muy bien. Fui acondicionando mi material a partir de las condiciones espaciales de cada evento, le fui dando esa intención.
Trabajaba con proyectores de mediano alcance, y un computador, un software no de producción ni edición sino de mezcla en vivo que me permitía hacer transiciones e incluso programar este discurso. Lo que proyectaba básicamente eran consignas, me agarraba de titulares, de noticias; la revuelta del 18, el movimiento constitucional, la oscuridad previa de la represión. Habían artistas en Chile que estaban comprometidos con la difusión de lo que estaba ocurriendo, entonces dejaban sus drive de google abiertos con sus proyectos, y se hizo una suerte de comunión entre gente que tenía data y proyectores y nos repartíamos los materiales por whatsapp, dedicándole mucho tiempo a proyectar.
Todos bajo el mismo principio: si tenías un computador y un data, podías proyectar. No se ponía en cuestionamiento qué tan bueno era el proyector, o la maquinaria, sino más bien las ganas de proyectar. Las circunstancias también afectaban. Tenía un valor agregado que proyectaras en un lugar o estructura que hubiese sido parte de alguna situación.
Recuerdo que hice una proyección con el carnet de Huenante, que ya está consignado en la historia de nuestro país como el primer detenido desaparecido en democracia. Es un niño de Puerto Montt, de un sector de alta vulnerabilidad. Fue detenido por carabineros y luego de eso desapareció y luego de eso han pasado muchos, muchos años. Para el año 13 de su desaparición, tomé su carnet y lo proyecté en varias partes de Puerto Montt: “¿Dónde está Huenante?”. Eso cayó muy bien a la familia, como una suerte de conmemoración, para no olvidar. Esa situación me hizo entender de otra forma, en el camino de maduración del oficio, que tengo una responsabilidad. Eso me obligó a hacer una reflexión: están pasando cosas y voy a tener que invertir. Ahí pensé acerca de los recursos técnicos que tengo para que el oficio pueda mejorar, y me encontré por primera vez en la situación de tener que desembolsar dinero, presentar una propuesta imaginable para pensar a dónde quiero llegar y lo que tengo que invertir.
Hoy, como creador de contenidos y de mezcla en vivo, trabajo con un computador precisamente para editar. He tenido que desembolsar buen dinero para comprar buenos software, que estén al día, para que el trabajo no se quede a medias. Trabajo con aplicaciones como, por ejemplo, el cinema 4D, TouchDesigner. Ahora estoy metiéndome por otro lado y tiene que ver con Hydra, que es una plataforma permite trabajar mediante código y para crear flujos de trabajocolaborativos. Se pueden hacer incluso performance de live coding junto con otras personas en pantalla, y la gente va viendo la animación y los códigos que se crean para que la animación se vaya transformando. Esto puedes conectarlo a máquinas de sonido, haciendo que la animación se vaya alterando también con el sonido. Estoy en esa dirección en este momento, como principiante.
Mientras aprendo, estoy trabajando y editando mi material, trabajando a distancia, lo que es súper nuevo para mí. Me pasó con el Sónar, por ejemplo. Preparo el material, tengo un guión, conversamos con el artista la propuesta que quiere, se diseña paso a paso, cada animación, y luego en el festival o en otros lugares, el artista consigue un operador de visuales y ese operador administra todo lo que tengo armado a partir del guión.
En tu evolución como artista, y tomando en cuenta los recursos tanto visuales como técnicos y tecnológicos, ¿crees que la inteligencia artificial ayuda a tu disciplina, o que puede quitar eso que es propio del ser humano pensante?
Hoy en día vemos en los medios acerca de las oportunidades que ofrece la IA. Otros (los más conspiranoicos) opinan que hay que tenerle cuidado y respeto, en fin. Sin duda que la IA se ha instalado, no para irse. En ese sentido, la creación artística desde la IA no es más que un recurso, una estrategia, un método para conseguir algo. No creo que pueda reemplazar al humano. Me he referido constantemente a que esto que yo hago es un oficio, y el oficio como tal implica un obrar, que viene desde el intelecto y la mecánica física y humana. De las ideas paso a un periférico físico que es la expresión de las ideas que tengo en mente, y de ahí, puedo alterar y modificar a gusto lo que quiero que ocurra en pantalla. Eso es simplemente, al final, la expresión de un ser humano que siente, y como sujeto que siente, busca desde el color y la forma, transmitir algo. Esto es algo que la IA todavía no reproduce. Cuando la IA sienta, cuando llegue a la etapa de lenguaje natural (que creo que hacia allá va), se acercará lo más posible al sentir. Eso es un largo camino, un universo de posibilidades. Creo que, aunque ocurra, nunca va a ser lo mismo que como seres humanos queremos reproducir.
¿Crees que en algún momento se va a poder tener esta disciplina realizada por IA?
Bueno, yo trabajo en una Universidad, y ya he recibido proyectos hechos por IA.
Al desnudar el texto se notan las inconsistencias, se nota que esto está aprendiendo todavía. Y me da pánico, me gusta la distopía, entonces tengo eso de ojalá que pase, pero que no pase tan luego. ¡Que se revelen las máquinas y que vengan a vengarse del ser humano! Da un poco de susto, pero creo que sí va a llegar ese momento, aunque ¿qué ser humano va a poder costear las máquinas que se requieren para esto? Pensemos que primero se tiene que democratizar, lo que todavía no está pensado por los gobiernos. No es parte de un plan para que la sociedad civil pueda tener acceso.
¿Cómo empieza el proceso de trabajar con productores y DJs a nivel nacional e internacional? ¿Cómo evoluciona tu proceso creativo? ¿Cómo sabes que está terminada una pieza?
Luego de toda la etapa del grafiteo digital, y el proceso de consigna y discurso, me sumo a la cresta de una ola que no tenía idea que venía: había una escena con productores de fiestas con recursos, que estaban viendo que se podía defender una escena techno o de electrónica similar a la de Santiago. Poner plata para que se muevan DJ de alto nivel con frecuencia, productores que estaban pagando nuevos equipos que valían millonadas. De manera natural empiezo a relacionarme con estas personas, en el mismo ambiente nocturno. Muchos Djs a los que les trabajaba las proyecciones, luego de mirar hacia atrás y ver las pantallas, preguntaban por la persona que estaba proyectando. Así nos fuimos manteniendo en contacto, y luego mencionaban que en Puerto Montt estaba pasando esto, que estaba yo junto con otros visualistas, pero no sé que pasó con ellos en realidad.
Tal vez llegué en un momento en el que ya no estaban haciendo tantas cosas. Cuando aparecí yo, empezaron a aparecer piños de personas que también lo estaban haciendo, y así hoy en día hay mucha gente en distintos lugares que lo están haciendo muy bien.
Justo me agarró el boom de una escena aquí, en Puerto Montt, que me abrió a una escena que yo jamás me había imaginado. Soy super malo para las RRSS, recién estoy pensando en abrir una página web. No sabía usar las plataformas para mostrar mi trabajo. Fue el boca a boca, la conversación con artistas, trabajar con productores, al punto de que de pronto ya tenía todo el mes lleno de eventos, o tenía que moverme de región en región.
Mucha gente estaba segura de que mi trabajo era bueno, incluso más que yo. Uno es más mañoso con lo suyo, yo nunca estoy conforme con mi trabajo. Siempre digo: lo mejor que he hecho es precisamente lo que no hago, lo mejor que tengo es lo que todavía no hago.
Me empezaron a llamar, y de pronto las productoras empezaron a trabajar con artistas internacionales. Tuve la oportunidad de trabajar con Seatoc Mass conRegal, Perc.
Hasta ese entonces no estaba trabajando con ideas para un artista, estaba presentando mi propio trabajo, lo que se me ocurría en la etapa en la que estaba. Las productoras respetaban mucho eso, me daban libertad creativa: tú muestra lo que quieras. Había que hacer un buen equipo y trabajar juntos, ser profesional, lo que podía hacer bien.
Así, trabajé con un artista español Héctor Oaks que pasó por Chile y con el que trabajamos juntos en la modalidad que te cuento, y cuando estaba de vuelta en Madrid, me escribió para ver si estaba disponible para un par de trabajos. Se trataba del Sonar Lisboa y Barcelona de este año, el aniversario 30. Yo no lo podía creer. Había tenido otras oportunidades en las que artistas internacionales me hubiesen pedido mis pendrives con trabajo, que luego agregaban a sus sets. En este caso era distinto, me llamaba como colaborador, dándome libertad absoluta para lo que él llamaba su primera propuesta de live concert; una hora de presentación en vivo.
El concepto era universal, lo que significaba hacer todo un trabajo de conversación para poder interiorizarme en su idea, en lo que visualmente se podía hacer desde eso. Fue bastante fluido, él me dio la tipografía del disco y yo tomé eso y cree en base a lo que estaba haciendo. Fue una linda experiencia, pero también vimos que el hecho de no estar operando yo las proyecciones, la persona que lo estuviese haciendo podía equivocarse, y efectivamente así fue en un par de ocasiones. Lo importante es que la gente vio la presentación y que le gustó. Se pudo recibir crítica para aprender de esta instancia, lo que me llevó a trabajar mucho para asegurarme de que quedara como un todo narrado, pensando en que no estaría yo operando las proyecciones.
A partir de esto empezamos a trabajar con un equipo multidisciplinario, donde me tocó aprender a trabajar con otras personas, y también respetando la visión de un director que está transmitiendo su visión. Fue difícil al principio, porque estaba acostumbrado a hacer las cosas de otra forma, y hay que trabajar el ego también. Pero ahora me he dado cuenta de la tremenda oportunidad que es, más allá de que te corrijan el trabajo, que haya una persona que viaja por todo el mundo con acceso a artistas y técnicos de alto calibre que tome contacto con una persona de Puerto Montt, Chile y lo lleva a este tipo de instancias. Eso es señal de que estoy haciendo un buen trabajo, y es una oportunidad para aprender. Me ha permitido replantearme muchas cosas, y estoy muy contento.
¿Cómo fue saber que tus visuales estarían mostrándose en el Sónar?
Al principio fue pensar: no le quiero fallar a este artista que está confiando en mi trabajo. Pero luego también fue darme cuenta de que es una tremenda plataforma, es el Sónar en su versión de 30 años. Héctor había llevado mi trabajo a Escocia a un festival, y a otro en Melbourne también, pero lo que pasó en Lisboa en el Sónar fue algo que todavía estoy asimilando.
Luego de estas experiencias, ¿qué tipo de ambiente te gusta más? ¿Prefieres algo más tranquilo o de aforo reducido, o te ha gustado la experiencia de algo más masivo?
Me gusta la escala de los festivales. Creo que siento menos vergüenza, porque se vuelve menos íntimo, es funcional. Hay un área de trabajo que ya tengo diseñada para ese tipo de propuestas. Te vuelves un técnico de las artes visuales, estás haciendo tu pega, estás contratado para que cumplas con eso.
En un espacio de experimentación, en una rave, por ejemplo, ahí se vuelve mucho más interesante para mí, más enriquecedor. Es ahí donde mido lo que estoy haciendo, donde me planteo la autocrítica, veo a donde me lleva, a donde seguir.
El festival siempre va a ser una buena forma de poder mostrar tu trabajo, de dar a conocer cómo haces las cosas, pero no tu discurso. No vas a mostrar precisamente tu obra, sino la forma que tienes para abordar los requerimientos de otros. En la rave me siento a gusto, se me permite hacer de todo. Me han retado más de una vez por hacer algo indebido, o porque era muy político mi discurso, pero ahí entiendo donde están mis límites, mi campo de acción. Es muy interesante.
¿Tienes alguna recomendación o consejo para la gente que se está iniciando en este oficio?
Yo creo que hay que hacer. Hacer y probar. Tener los huevos para perder la vergüenza, olvidarte de los rumores y de los comentarios negativos. Mirando atrás, puedo pensar que fui patudo llevando mi data a todas partes, intentando siempre conectarlo, o que mi computador estaba muy en malas condiciones. Probablemente más de una persona se rió de mí, pero yo esto lo pienso ahora. En ese momento nunca lo vi, tenía tantas ganas que me importaba poco la vergüenza y la precariedad.
Hay que bancarse la crítica, es un insumo de información valioso siempre que sea constructivo y tenga argumento. Ahora estoy abriendo talleres de trabajo de animaciones, de teoría cinematográfica, de lo que significa el medio audiovisual en la escena electrónica. Y quiero que pase eso, que hagamos grupo, colectividad, y si te agobian las inseguridades, estemos varios detrás tratando de seguir. Trabajo desde el apoyo, aunque nunca lo tuve. No quiero que eso se repita, lo siento como una responsabilidad.
¿Cómo ves la escena actual, con la gente más joven, los nativos digitales?
Creo que lo que hace falta es mirar hacia atrás. Creo que hoy en día se banaliza todo tipo de trabajo, lo vuelven común, simple, volviéndote crítico de arte solo moviendo el dedo. Mucha gente cree que la está haciendo, pero no se da cuenta que eso que está creando viene de todo un trabajo de experimentación, de teorizar, un trabajo intelectual enorme, de vanguardias de hace 100 años, 200 años atrás. Hay gente que no entiende los fundamentos, los trabajos y complejidades, las riquezas del oficio. Creo que si bien es impresionante como manejan hoy en día los jóvenes la tecnología, tienen que volver a la historia para darse cuenta que eso que llaman vanguardia no es más que un producto posmoderno, de las verdaderas vanguardias de hace más de 100 años.
Creo que lo que nunca debe faltar, en realidad, es formación. Hay que formarse, incluso si no tienes el conocimiento del pasado. Hay que recibir información y reflexionar. La formación autodidacta va súper bien, pero con orientación, porque el contenido está ahí, dando vueltas. Al final de eso se trata el arte, no de un producto, sino de un camino de autoconocimiento permanente.